viernes, 18 de julio de 2008

Aspectos del ambiente físico para tener en cuenta

  • Presión: La presión varía con la profundidad, ya que cada diez metros que se desciende bajo el mar aumenta en una atmósfera, a la cual hay que sumar la presión atmosférica de la superficie. Esto se debe al mayor peso del agua que debe soportar un organismo acuático sobre sí cuando habita a grandes profundidades.
  • Luz: La mayor parte del océano se halla en permanente oscuridad. La luz del Sol llega aproximadamente hasta los 200 m en las aguas más diáfanas y con poca materia en suspensión. Desde allí pasa de la zona crepuscular a los abismos oscuros.
  • Temperatura: Las temperaturas superficiales varían según las estaciones y la latitud, ya que se ven determinadas principalmente por la distinta inclinación con que inciden los rayos solares. En los trópicos alcanza los 35ºC, mientas que en los polos se hiela. Debido a las sales disueltas, el agua de mar se congela a una temperatura menos a 0ºC, punto de congelación del agua dulce. La temperatura también varía con la profundidad. Después de los 200 m se hace cada vez más fría, hasta que cerca del fondo no sobrepasa los 4C y permanece constante en todas las latitudes y momentos del año.
  • Composición química: En el mar existen gran variedad de sales disueltas. En orden de importancia se hallan cloruro de sodio, cloruro de magnesio, sulfato de magnesio, cloruro de calcio, cloruro de potasio, bicarbonato sódico y bromuro sódico. La composición de las aguas marinas es homogénea, ya que siempre se encuentran dichas sustancias, aunque en proporciones variables de salinidad. Asimismo, existen otros elementos (también presentes en tierra) como el oxígeno, hidrógeno, cloro, azufre, estroncio, boro, silicio, flúor, nitrógeno, fósforo. Estos dos últimos son de gran importancia en el desarrollo de los protistas que habitan el mar, ya que se consideran nutrientes (San Gil, 1997).

De los mesoníquidos que vivian en la tierra... a los misticetos actuales

Considerando que la densidad del agua es 800 veces mayor que la del aire, y la resistencia es 50 veces superior, una de las primeras adaptaciones a la vida acuática, para favorecer el desplazamiento, fue la modificación de la forma del cuerpo, tendiendo a ser hidrodinámico como un torpedo o submarino, con la mayor periferia en la zona torácica, afinándose hacia la región posterior. La existencia de una capa de grasa o “blubber” bajo la epidermis también contribuyó a conseguir una forma redondeada.

La velocidad de movimiento depende de la energía empleada, del flujo del agua, de su viscosidad, y de la forma y tamaño del cuerpo o perfil del animal. Aún el cetáceo más lento es más rápido que un buzo humano, debido a las adaptaciones logradas. El paso del agua, cuando es turbulento, crea resistencia al avance, por lo cual todas las modificaciones del cuerpo del cetáceo deben apuntar a obtener un flujo laminar, libre de remolinos, tendientes a lograr una mayor velocidad con un mínimo consumo de energía. Fue por eso imprescindible, además la adquisición de un cuerpo ahusado, la eliminación de salientes que interrumpieran ese fluir del agua, lo cual se logró internalizando los órganos genitales, que en casi todos los mamíferos terrestres son externos. Tampoco presentan orejas. La flexibilidad del cuerpo es, igualmente, un rasgo importante para evitar la formación de remolinos. La estructura elástica y flexible de la piel, que absorbe las turbulencias que pudieran presentarse, contribuye también a maximizar la velocidad.
Una adaptación secundaria a la vida en el agua fue la pérdida de pelaje, la cuál favoreció el paso laminar del agua. Si bien por ser mamíferos deben poseer pelo, éste aparece e forma de bigotes. O “vibrisas” en distintas zonas de las mandíbulas de las ballenas, del lado externo; esto sucede en la ballena franca, gris, sei y la de Groenlandia (San Gil, 1997).

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